Las escalinatas del recinto destinado a esta deidad mexica,
“El espejo que humea” —ubicado al sureste de lo que fue el Recinto Sagrado de
Tenochtitlan—, fueron detectadas tiempo atrás en la propiedad contigua que es
sede del Museo de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, Antiguo Palacio
del Arzobispado.
En su texto Tezcatlipoca en el mundo náhuatl, la antropóloga
Doris Heyden señala que este dios representaba uno de los más complejos dentro
del panteón mexica: “Regalaba bienes y luego los quitaba […] Era positivo y
negativo, caprichoso y voluble”. Su carácter complejo y conflictivo se ve por
sus nombres y atributos; tan sólo en el Libro VI del Códice Florentino se encuentran
360 apelativos o maneras de dirigirse a él.
La evidencia mexica hallada en Moneda 2 corresponde a restos
de muros de piedra que delimitaban aposentos, una banqueta con tlecuil (horno
hecho de adobe) al centro y patios interiores elaborados de lajas de basalto y
estuco pulido.
De acuerdo con el supervisor del PAU, estos testimonios
arquitectónicos datan de dos momentos constructivos de la época prehispánica:
la Etapa VI del Templo Mayor de Tenochtitlan (1486-1502 de nuestra era) y la
Etapa VII (1502-1521), cuando cayó en manos de los conquistadores españoles.
Correspondientes a la época colonial se identificaron dos
momentos de ocupación; el primero corresponde a uno de los primeros solares
repartidos entre los soldados españoles, caso de don Pedro González Trujillo,
quien tuvo su posesión hasta 1527. Para estos efectos se reutilizaron los
aposentos prehispánicos, “esto lo podemos inferir por las adecuaciones hechas
con muros de piedra unidos con argamasa de cal y arena”
“Otra evidencia son los restos de un pozo artesiano hecho en
los inicios del periodo colonial en un patio de lajas prehispánicas”, anota el
investigador del INAH.
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